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Negociar en política: un buen negocio

Los políticos tradicionales suelen “negociar” para buscar sus objetivos. Llaman “negociar” a la búsqueda de acuerdos que tienen como principio precisar “qué me das” y “qué te doy”. Es decir, “negociar” es acordar un intercambio entre dos partes. Uno de los involucrados accede a entregar algo que tiene y puede ofrecer; el otro, a cambio, da algo, que puede ser lo mismo o un favor distinto o similar. Es una toma y una daca. Es un trueque político. Es, como lo define el término, un “negocio” de beneficios mutuos.

La negociación la realiza un político tradicional a nivel personal, un grupo político, un partido político, una autoridad gubernamental, una agrupación cualquiera. En la política tradicional se tejen de esta manera redes de compromisos, desde abyectos hasta legítimos o legales. La lógica es que dar, es exigir algo a cambio; no dar es no recibir.

Para el político tradicional negociar es acordar beneficios mutuos, con diversas características. Una, es la opacidad. Se negocia en lo oscurito, sin testigos incómodos, al margen de miradas críticas o que puedan poner en duda los términos. La mayoría de las negociaciones no son visibles. Y no lo son porque los directamente beneficiados resultan los propios negociadores o a quienes representan. Porque esa es otra característica: lo que va por delante son los intereses de los negociadores.

La política tradicional a la mexicana está colmada de negociaciones. Un ejemplo ocurre en el Poder Legislativo, sea el federal o cualquier estatal. Una fracción parlamentaria negocia con otra bancada la aprobación de cuentas públicas, juicios políticos, acuerdos del pleno, congelar iniciativas, etcétera. Los ciudadanos ni se enteran, están al margen. Es una práctica común, discreta, soterrada.

Así como se negocian aprobaciones de cuentas públicas irregulares, se hace con cualquier tema. El intercambio es “apruébame esta ley, a cambio de esta otra ley que deseo aprobar”. Sucede en el Congreso del Estado de Jalisco y en el resto de poderes legislativos, al igual que en otros espacios del Judicial y el Ejecutivo. Ahora mismo se están moviendo las piezas en el país para negociar quiénes serán candidatos a tal o cual cargo. Movimiento Ciudadano Jalisco, por citar un caso actual, negocia con la dirigencia nacional de Movimiento Ciudadano acuerdos rumbo al 2024 en la penumbra, sin informar a los, paradójicamente, ciudadanos o votantes.

Porque otra característica de las negociaciones de los políticos tradicionales, sin que sea una regla matemática, es que suelen involucrar únicamente a los partícipes; no benefician a sectores ajenos, como a grupos vulnerables por su pobreza o desamparo físico. Con ellos se negocia de manera burda, impositiva y pueril: te anoto como beneficiario de un programa social a cambio de que seas acarreado a un acto político, te garantizo que seguirás con apoyos gubernamentales si votas por mi partido, tendrás empleo en el ayuntamiento o en el Legislativo si me entregas parte de tu salario, te ayudaremos con contratos de obras públicas si me respaldas económicamente en la campaña, etcétera.

Las negociaciones en la política tradicional se realizan bajo la lógica mercantil. Si en esta última se entrega dinero a cambio de un producto o servicio, los políticos convierten en mercancías reales o simbólicas lo que intercambian. Tiene un precio o un costo lo que dan y reciben.

Dar por solidaridad o responsabilidad; dar sin esperar recibir nada a cambio; dar por compasión genuina o por empatía; dar por humanismo o por transformar con paz el mundo; dar sin alharacas, sin la foto subida a redes sociales; dar a favor del otro y sin exigencias; dar por considerar que dar es igual a recibir, o dar sin someter al clientelismo político a los que menos tienen, no cabe en la mentalidad política tradicional, que lo considera risible o utópico. Negociar sigue siendo un negocio de cúpulas políticas.

@SergioRenedDios

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