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Cumplir y hacer cumplir

Un rasgo común a todas las culturas humanas es la existencia de ceremonias rituales, que se llevan a cabo especialmente en las ocasiones importantes, las que marcan un antes y un después para quienes las protagonizan. Es el caso de las bodas, de las graduaciones y muchas otras.

Por cuestiones históricas, una de las ceremonias políticas más importantes en México es la de la toma de posesión de quien ganó la elección presidencial. Le damos tanto peso a la figura presidencial, que nuestra historia política de los últimos 100 años está delimitada por los periodos presidenciales.

Y dentro de nuestra cultura política la posición central la ocupa nuestra Constitución, por eso el momento más importante de la ceremonia de investidura presidencial es cuando el nuevo presidente protesta guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen. Esto, que parece un mero formalismo, es fundamental, porque de su cumplimiento depende en buena medida la calidad de nuestra democracia, y que existan condiciones para que cada persona busque de manera legítima su propia felicidad.

Sin embargo, en días pasados vimos cómo el actual presidente violó las leyes sobre protección de datos personales al divulgar el número de celular de una periodista del New York Times que le solicitó su parecer sobre una investigación que se habría realizado en Estados Unidos en torno a la posibilidad de que personas cercanas a él hubieran recibido dinero de algún grupo de narcotraficantes.

Esta situación es muy grave, en especial porque actualmente México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo y, de hecho, la organización Artículo 19 acaba de publicar un informe en el que da cuenta de que en 2023 el 53 por ciento de las agresiones sufridas por periodistas fueron dirigidas en contra de quienes cubren los temas de corrupción y política.

De modo que, el presidente, además, violó el espíritu del artículo 1 constitucional, que le obliga a respetar los derechos humanos, y prevenir su violación. Y lo hizo a sabiendas, porque al día siguiente reiteró que volvería a difundir el número de celular de quien, a su juicio, atente contra su dignidad como mandatario. Es decir, reconoció que cometió un acto ilegítimo, y que está dispuesto a volverlo a cometer.

Me parece que con esto el presidente quiere mandar un mensaje muy claro a quienes se dedican al periodismo: que dejen de indagar sobre lo que él y sus allegados hacen, porque no solo no recibirán protección de las autoridades, sino que ellas les pondrán en una situación de mayor riesgo. No olvidemos que aún no se aclara la situación en la que se filtraron los datos personales de quienes cubren las conferencias “mañaneras” de la Presidencia.

Adicionalmente, el presidente dio el pretexto a otras personas para violar la ley en el mismo sentido que él, y filtraron los números de celular de las dos candidatas presidenciales, y de uno de los hijos del presidente. Las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra.

Por otra parte, aunque yo abogué en este mismo espacio por discutir los pros y contras de las propuestas de reformas legales y constitucionales recientemente enviadas al Congreso de la Unión por el presidente, ahora lo considero un ejercicio inútil y una pérdida tiempo, dado que él considera que puede decidir qué cumplir y qué no, por lo que no hay garantías de que cumpla esas u otras reformas.

Está claro que aún nos queda mucho por andar para que en México contemos con un estado constitucional y democrático de derecho, y como ciudadanía también nos corresponde cumplir y hacer cumplir la Constitución y sus leyes.

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X: @albayardo

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