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Después de la elección, continuidad o estilo personal

El plazo llegó y se llevó a cabo uno de los procesos electorales de mayor controversia en este siglo. De manera subyacente al exceso de información y desinformación, el diseño del Instituto Nacional Electoral (INE) afrontó el reto y se llevó a cabo una jornada sin incidentes mayores, de acuerdo con las características que están contenidas en la ley y, con ello, el proceso evolucionó satisfactoriamente.

No se debe perder de vista el papel que representaron los organismos electorales, el federal y los locales, en un contexto complejo por la avalancha desinformativa y polarizante que enmarcó la ruta electoral y que, a pesar de escenarios y opiniones catastrofistas, la elección se desarrolló sin dificultades mayores y concluyó con resultados claros que, a partir de la eficiencia y veracidad que proporcionó el INE, y que, basado en esos resultados, se obtuvo una candidatura ganadora con el reconocimiento de las demás candidaturas participantes.

Desde la Presidencia del país, pasando por todos los partidos y actores participantes en este proceso, no hubo un claro respeto a las disposiciones reglamentarias de la elección, y para el partido en el poder se trató de un plebiscito para el presidente. De forma excepcional, la abierta participación presidencial marcará, definitivamente, la reconsideración de las reglas en las que se establecen restricciones a la administración pública de intervenir con el peso de la estructura institucional en los procesos electorales.

Por otra parte, las oposiciones deberían tener serios y profundos análisis respecto al tipo de oferta que constituyen y que no generan verdaderas expectativas de representación para los ciudadanos. Ni en 2018 y menos ahora, en 2024, lograron establecer un marco razonable de simpatía de los electores. La distancia entre los partidos y las plataformas de éstos no tuvieron las modificaciones, a lo largo de seis años, para motivar o suscitar entre los ciudadanos, marcas importantes de adhesión a esos proyectos que, en realidad, nunca existieron. Sustentar en la mera coyuntura y en una candidata que logró cierto impacto mediático en el trayecto, nunca sustituyó el peso de una oferta que jamás se aclaró en el sexenio que concluye, y no presentaron plataformas con las que lo electores pudieran identificarse.

Con toda legalidad y legitimidad, el partido en el gobierno retoma las riendas de la gobernanza a partir del desarrollo de un proceso electoral claro y sin sobresaltos. Quedará para los análisis posteriores el peso de la influencia de Andrés Manuel López Obrador que será, sin duda, un fenómeno irrepetible, pero que en este proceso constituyó, sin duda alguna, el factor que cambió la ruta y rumbo de un proceso electoral que formulará un inicio de administración federal que requerirá, de igual forma, sostenerse en él o establecer los matices que puedan marcar un estilo personal de gobernar. El desafío para Claudia Sheinbaum no es nada menor, sostener realmente la continuidad sin matices ofrecida en la elección o asumir las riendas del país del que ahora es, virtualmente, la primera presidenta en la historia.

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