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Comparaciones y contrastes

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero más son los contrastes. La reunión bilateral entre los presidentes Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Joe Biden (POTUS) animan a hacer un ejercicio de comparaciones y contrastes del encuentro entre ambos mandatarios del pasado martes. 

En principio, la residencia oficial donde se hospedan los mandatarios invitados por la Casa Blanca es en la Casa Blair (adquirida en 1942 por el presidente Franklin Roosevelt). En su momento ahí pernoctaron los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari y Vicente Fox. AMLO se hospedó en el hotel Lombardy, frecuentado por funcionarios gubernamentales y militares. Usualmente lo hace en la sede de la embajada de México; sin embargo, el contagio por Covid del embajador Moctezuma obligó a este cambio. 

AMLO estuvo en la capital de la nación estadounidense desde el lunes y regresó el miércoles por la noche (48 horas); Biden sólo le dedicó 45 minutos y de ellos, AMLO usó 30 para leer un legajo sobre la historia de ambos países y obviedades (“las altas tasas de inflación tienen que ver con los desajustes de la economía mundial, por la pandemia y la guerra en Ucrania”). En el transcurso Biden luchó estoicamente para evitar dormirse o bostezar, aunque sí alcanzó a esbozar una sonrisa en algún momento del encuentro. Cuando le tocó hablar, urgió a su contraparte a tener paciencia, además de expresar su desacuerdo de que “China es la fábrica del mundo”. 

AMLO le pidió que realizara un programa “atrevido” (aunque con ello se molesten los adversarios conservadores; o sea, los republicanos). Sin embargo, la decisión no está con Biden, sino en el Congreso, donde los legisladores de oposición no están dispuestos a ceder a las presiones del presidente para realizar una reforma migratoria, y no lo harán antes de las elecciones de noviembre y, mucho menos después, dada la incertidumbre de los resultados, donde se espera que Biden pierda la mayoría. 

Biden tiene una aprobación de 30 por ciento y 58 de desaprobación, y cada vez baja la primera y sube la segunda, y el Congreso norteamericano está más preocupado por el juicio contra Trump por el asalto al Capitolio y una inflación galopante. Mientras que AMLO tiene entre 55-60 por ciento de aprobación; además de tener prácticamente en el bolsillo los legisladores de la bancada de Morena, PT y PVEM: le aprueban lo que envía “sin cambiarle una coma”, siempre y cuando no sea una reforma constitucional, donde topan con la oposición. 

AMLO resultó ser mejor comprador que vendedor. De exigir al gobierno estadounidense medidas “atrevidas” para regular la migración, salió ofreciendo aumentar el abasto de gasolina (subsidiada) en la frontera para que nuestros vecinos vengan a comprarla al lado mexicano; invertir mil 500 millones de dólares para “mejorar la infraestructura fronteriza” (léase “muro”) para reforzar la seguridad los puertos terrestres (léase “detener a indocumentados y tráfico de drogas”); y adquirir 20 mil toneladas de leche en polvo (en 2019 se comprometió que no se adquiría para beneficiar a las cuencas lecheras de los Altos de Jalisco). 

En fin, pareciera que AMLO acudió a Washington a leer un texto cuando debió hacerlo en la Cumbre –boicoteada por él mismo en junio pasado–, con la cola entre las patas (ver imágenes con Biden contrastadas con las del mitin improvisado ante la estatua de Martin Luther King, en su ambiente); además, evitó tocar el tema de Assange, de la estatua de la libertad y del embargo a Cuba. En realidad, tal parece que lo que hizo fue llevar, tímidamente, la mañanera a la Casa Blanca. 

Twitter: @ismaelortizbarb

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