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Proyecto Saguaro, inadmisible

Recientemente se anunció en nuestro país una “alianza internacional” de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para dotar gas natural a Europa y Asia, con grandes ganancias económicas debido a la demanda del combustible que generan todos los países del orbe. Es un megaproyecto económico que inicia en el sureste de Estados Unidos y que debe atravesar parte de México hasta el opuesto punto cardinal, a fin de conducir el gas por el golfo de California y de ahí llevarlo a Europa y Asia en enormes buques marinos. 

Esta brevísima descripción da cuenta de varios atropellos ambientales. 

El primero, el rechazo de la misma sociedad estadounidense para que el gasoducto pase por territorio de ese país por mar y tierra, debido a sus altos riesgos y a los daños ambientales constantes en su construcción, en su recorrido y en su operación diaria. 

El segundo, que el trazo del gasoducto y la planta de salida al mar se construyan en algunas zonas consideradas santuario ambiental, por ejemplo, el golfo de California, conocido como el “acuario del mundo”, porque alberga una gran diversidad biológica marina. Es sitio de reproducción de la ballena gris y hábitat de 39 por ciento de los mamíferos marinos del planeta y de un tercio de los cetáceos del orbe. Ahí viven la vaquita marina, el tiburón ballena y la totoaba. El ecosistema finalmente se ha protegido por el gobierno mexicano tras años de luchas sociales y ambientales. 

Los pescadores también han expresado su rechazo porque las obras acabarán con su medio de vida. 

La CFE llama a este proyecto El Saguaro, aludiendo a una planta del desierto sonorense, de gran arraigo cultural. Una planta y una cultura amenazadas por la contaminación a la que se expondrán por el proyecto.  

Otro atropello es la manera en la que se producirá el gas, por medio del fracking. Técnica que es altamente contaminante del agua y prohibida en México, pero no en Estados Unidos. Lo que significa que en este proyecto México y Estados Unidos se apoyan mutuamente para esquivar los marcos legales de protección ambiental generados por sus sociedades.  

Ambientalistas y otras organizaciones nacionales e internacionales se han opuesto. Los argumentos principales tienen que ver con la descomunal perturbación en estas zonas frágiles y el daño irreparable. Ejemplo de ello es el ruido producidos por los enormes buques que afectará a las ballenas grises y el riesgo de choque con ellas. 

En México, el proyecto se encuentra en revisión de los poderes Legislativo y Ejecutivo para determinar su viabilidad ambiental. 

Lo más triste es que el proyecto es indefendible. Nace de una política negacionista del cambio climático; es francamente antiambientalista, no sólo porque aumentará las emisiones de carbono a la atmósfera, arrasará con la vida marina y es tanto agresiva como rapaz económicamente. 

¿Debemos defender y apoyar en México la política neoliberal y antiambientalista de Trump y “de paso” declarar al golfo de California, nueva zona de sacrificio ambiental global? 

No permitir este proyecto es generar sólidos antecedentes y valores para transformar las prácticas capitalistas más devastadoras. Si se abre esta posibilidad, comencemos por manifestarnos. 

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jl/I