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¿Y la policía municipal?

Al momento de redactar estas líneas estaba por discutirse en el pleno de la Cámara de Diputados la propuesta de mantener la presencia del Ejército en las calles hasta 2028, en apoyo a la Guardia Nacional.

Pero, independientemente del resultado, muy probablemente a favor de la propuesta, hay otra discusión que se ha dejado de lado, y que tiene una gran relevancia para nuestra cotidianidad: ¿qué vamos a hacer con los cuerpos policíacos municipales?

Habrá quien proponga su desmantelamiento, planteando que en su estado actual no contribuyen a garantizar la seguridad pública, además de que la labor de disuasión del crimen la llevará a cabo ahora la Guardia Nacional. De hecho, esa propuesta se viene discutiendo desde hace varios años, algo de lo que da cuenta mi colega Jesús Rivera en una investigación que hizo al respecto (shorturl.at/CFHPQ).

El problema, nos hace notar el maestro Rivera, es que actualmente están vigentes tres paradigmas distintos, que chocan entre sí, lo que ha impedido que los cuerpos policíacos municipales se adapten a las necesidades actuales de nuestra sociedad.

El primer paradigma, probablemente el más extendido, es el que concibe a la policía como un instrumento para mantener el orden público; de ahí que se dedique a arrestar personas que están causando molestias a las demás con su comportamiento. Por ejemplo, quienes se encuentran en estado de embriaguez. Esto nos parecerá lo más normal, porque es lo que nos enseñaron a esperar de la policía municipal. El problema con este paradigma es que usualmente la policía termina siendo la guardia personal del alcalde en turno, y se asume que cualquier cosa que le moleste va en contra del orden público, por lo que la policía puede actuar como un elemento de represión y control, incluso político, por lo que se va en contra de la oposición, y no de los posibles delincuentes.

El segundo paradigma considera que la policía municipal debe contribuir a proteger el Estado de derecho, por lo que se le capacita para que entienda las leyes, de manera que puedan detener a los infractores, y pueda argumentar cuáles fueron las normas que violaron, al ponerles a disposición de la autoridad encargada de promover la sanción. El problema con este paradigma es que, si no se diseñan bien los procedimientos, se le carga a la policía municipal una gran parte de los procedimientos judiciales, y terminan perdiendo mucho tiempo llenando formatos, en vez de estar en la calle realizando su labor.

El tercer paradigma, muy poco difundido, es el que considera que la policía municipal es la encargada de estar atenta a las necesidades de la población, para auxiliarla y protegerla cuando sea necesario, y eso incluye situaciones que no tienen que ver con la delincuencia, como el apoyo para rescatar a una persona en un accidente, brindar primeros auxilios, y, principalmente, propiciar la sana convivencia entre vecinos, para fortalecer el tejido comunitario. Este paradigma, que me parece que es el que más falta nos hace, implica cambiar la manera de gestionar esos cuerpos policíacos, y mucha educación, para la población, las y los agentes, y las autoridades municipales, para que funcione de manera adecuada.

El problema es que la discusión se ha polarizado en torno a la permanencia o no del Ejército en las calles, y puede ser que lleguemos a 2028 en las mismas circunstancias actuales, y sin haber hecho los ajustes presupuestales, legales e institucionales necesarios para poder superar esta situación extraordinaria. Especialmente porque lo que toca a la Guardia Nacional no es lo mismo que a la policía municipal.

JB