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¿Generación de cristal?

He escuchado que varias personas adultas se refieren despectivamente a las y los niños, adolescentes y jóvenes como integrantes de la “generación de cristal” porque son muy frágiles y no aguantan nada. Argumentan que a ellas sus padres les regañaban, les golpeaban, les castigaban y que ello les ayudo a salir adelante.

Pareciera que a las generaciones inmediatas anteriores todo les fue muy bien con ese tipo de crianza familiar, cuando lo cierto es, y está documentado, que también las y los miembros de esas generaciones vivieron situaciones muy adversas y que muchas y muchos no tuvieron vidas felices o que francamente tuvieron vidas terroríficas. ¡Ah!, y no tienen conciencia de que vivieron en condiciones socioculturales y económicas totalmente diferentes.

Hoy, nuestras chicas y chicos están desarrollándose en un contexto de violencia social extrema; con mucho mayores exigencias académicas; con una preocupante incertidumbre laboral (empleos sí hay, y muchos, pero con miserables salarios; temporales y en los que difícilmente con el paso del tiempo podrán acceder a una jubilación digna, y que muchas de ellas y ellos alcanzan a advertir); con innumerables y tentadoras ofertas de productos y servicios (como nunca en la historia de la humanidad); en una cultura promotora del individualismo, del hedonismo y del inmediatismo; y en una cada vez más notable situación de soledad no deseada.

Viven en una sociedad en la que las relaciones interpersonales cada día son más complejas y conflictivas, y en la que a la inmensa mayoría de padres nunca les capacitaron para ser padres inteligentemente amorosos que pudieran orientar adecuadamente con los avances de la ciencia psicológica, y las ciencias en general, a sus hijas e hijos (entendiendo además que la educación familiar no debe ser idéntica para las chicas y los chicos porque sus necesidades, circunstancias y problemas no son iguales).

En este contexto no es difícil entender por qué los problemas emocionales y de conducta de las y los niños, adolescentes y jóvenes alarmantemente a nivel mundial y en México se están disparando.

Además, en forma muy preocupante, ellas y ellos no están encontrando ayuda profesional psicológica y psiquiátrica ni en las escuelas, ni en el sector salud, incluso en los servicios psicológicos particulares son muy pocas y pocos quienes están ofreciendo sus servicios profesionales orientados a las niñas, niños y adolescentes.

Si piensan que ellas y ellos son la generación de cristal, la pregunta es ¿dónde están sus padres y las instituciones para ayudarles a fortalecerse?

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jl/I