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Aunque se enojen en el centro
Justificación
El papa Francisco inició su papado en 2013. Desde ese momento lanzó una serie de mensajes contundentes, transformadores en el discurso de Roma. En su Carta Apostólica Evangelii Gaudium, en las Encíclicas Laudato Sii y Fratteli Tutti, así como en múltiples mensajes y llamados, se convirtió en una de los más significativos críticos al libre mercado a nivel global.
La Fratteli Tuti es una crítica demoledora al individualismo y a la concepción caricaturesca de libertad que años después enarbolaría su paisano argentino Milei. Tal encíclica es un llamado para considerar a la economía como un asunto de supervivencia y bienestar humano común, no como una cuestión de supuestos méritos y productividad individuales.
Por su parte, la Laudato Sii es un grito de alarma ante el desastre ambiental alimentado por la exclusión social. En dicha encíclica se encuentra la frase lapidaria de “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”, y la demanda para considerar al medio ambiente como patrimonio de la humanidad y responsabilidad de todos. En la plataforma de la iniciativa papal se muestra cómo los grandes contaminadores (naciones, empresas, corporativos) son los menos expuestos al desastre ambiental, en tanto que la inmensa mayoría del mundo, la menos contaminante, es la más amenazada y afectada por el deterioro.
La propia Laudato enfrenta la concepción de que el éxito de unos trae consigo el bienestar de todos o el valor de la productividad individual. Se trata de la crítica a lo que llama la “teoría del descarte” y al postulado de Adam Smith, sobre el efecto del beneficio de unos para derramarse paulatinamente al conjunto de la sociedad (efecto que, dijo Francisco, jamás ha sido demostrado). En cuanto a la productividad, Francisco antepuso el concepto de dignidad humana: suponiendo que el bienestar individual estuviese dado por la productividad y el mérito individual… ¿dónde queda la dignidad de los migrantes pobres, de la población con discapacidad o de todos aquellos que por razones reales o inventadas sean considerados “menos productivos”?
Por si fuera poco, Francisco argumentó recurriendo, con pleno respeto, al discurso de muchas religiones y visiones del mundo; en los últimos años defendió significativamente a la población de Gaza y enfrentó las lógicas de poder ultranacionalistas e imperiales.
En suma, Francisco fue un papa tremendamente incómodo y su mensaje fue mucho menos difundido que de algunos antecesores. En algunos ámbitos económico-financieros se le trató de desdeñar señalando que él sabía de religión, pero no de economía, pero detrás del papa estaban los principales economistas críticos del mundo, como Thomas Piketty, Joseph Stiglitz y Paul Krugman.
La muerte del papa ha generado una andanada de viajes de reyes y jefes de Estado a Roma, comenzando por Donald Trump. Esperemos que la política en El Vaticano y las presiones corporativas y de los gobiernos de las grandes potencias no conduzcan al nombramiento de un pontífice que mine o genere retrocesos en el legado de Francisco. El mundo, y particularmente, aunque no sólo, los católicos, merecen que el mensaje de Francisco no sólo permanezca, sino que se profundice y fortalezca.
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