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Ahora se trata de política nacional e internacional

A partir del 20 de enero, la proyección de las diferentes políticas públicas mexicanas se ha visto acotada, prácticamente todas, por el nuevo régimen de gobierno en los Estados Unidos, comenzando por su presidente, Donald Trump, y el complejo y polarizado equipo que acompaña a esa administración.

El desarrollo de las líneas de gobierno estadounidense ha colocado en un escenario de central visibilidad lo que pasa en nuestro país, con un elemento complejo y delicado como señalar que el gobierno mexicano se encuentra coludido con el crimen organizado. Esa afirmación que se hace sin ninguna carga probatoria definitivamente desautoriza los esfuerzos mexicanos por tratar de sostener una relación de países aliados y colaboradores, lo que coloca la proyección de la política internacional mexicana en un primer plano en la proyección de las actividades futuras.

La falta de desarrollo de una política externa que dejó de realizarse como actividad estratégica de nuestro país tuvo un importante colapso en la administración anterior, bajo el principio planteado por el ex presidente de “la mejor política exterior es la interior”. Se trata ahora de un momento de coyuntura en la mutación de dos ambientes que experimentan transformaciones profundas y complejas, la geopolítica internacional y la transformación de los mercados internacionales que operan en función de estructuras y modelos que remiten a bloques aliados, para prospectar desarrollos acordes a las perspectivas de países asociados. En el caso mexicano, las implicaciones que tiene la revisión de las condiciones y acuerdos para sostener la estructura de mercado comercial con Canadá y Estados Unidos se han visto volcados a experimentar una situación compleja y difícil de sobrellevar.

Estados Unidos coloca de forma grave tres elementos: la migración, el crimen organizado y el tráfico de fentanilo hacia el país norteamericano. Con esto, la revisión de las condiciones de operación comercial se ven transformadas en una ruta política republicana y extremista, que ha aplicado en otros espacios geográficos, bajo el principio de fortalecer a los Estados Unidos. El inicio de la presión sobre el gobierno mexicano, aunque eminentemente político y de presión, lo constituyó la tasa arancelaria de 25 por ciento que en pocos días entrará, nuevamente, a revisión, después del mes de gracia que ofreció el gobierno norteamericano.

Tiene una relevante importancia rescatar el papel de establecer una agenda internacional y un esquema de mejoramiento de imagen de nuestro país en las audiencias estadounidenses. Tratar de equiparar los modelos de política interna para resolver los problemas internacionales, no tiene cabida en el escenario en el que nos encontramos. Los movimientos que se han hecho, tanto de contención de la migración, así como de pasos considerables para intervenir sobre el crimen organizado, señaló el presidente Trump: “¡No me hacen feliz!”.

Se trata ahora de conciliar elementos profundos e importantes de política y de revisión de proyecto de nación, más que de partido, para poder establecer líneas estratégicas de desarrollo y progreso nacional, para no depender de un partido que se superpone a las decisiones de gobierno y, lo más complejo, el vaivén de las intenciones estadounidenses de atacar a China poniéndonos como elemento central en una negociación de antiguos vecinos aliados.

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