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¿Libertad o castigo?

La crisis de inseguridad y violencia que vive México es explicada por muchas personas por la impunidad. Como la mayoría de los crímenes quedan sin una sanción, e incluso no se denuncian, se presume que existe un incentivo para que los responsables vuelvan a delinquir. ¿Pero realmente el castigo es la solución?

La semana pasada visitamos las islas Marías para iniciar la producción de un documental, dirigido por Alejandro Gavilán y Tania Regalado, sobre la época en que funcionaron como una colonia penal. Conocimos personas que compartieron sus testimonios y que añoraban con regresar al lugar donde alguna vez fueron encarceladas. Sus historias nos pueden ayudar a dar luz sobre qué hacer como sociedad con quien comete un delito.

Hubo distintas etapas desde 1905, cuando oficialmente las islas del océano Pacífico se convirtieron en una prisión, y hasta su cierre definitivo en 2019. Al inicio, las islas Marías recibían presos políticos y personas consideradas “malvivientes”, a quienes se obligaba a trabajar en condiciones de esclavitud. Con el tiempo vino un cambio de paradigma y se dio un giro hacia un modelo exitoso, especialmente en los años 80 y 90, centrado en la reinserción social. Y en los últimos años se construyó un complejo penitenciario de alta seguridad basado en la privación de la libertad y el castigo.

La historia de Carlos, un joven proveniente de Coahuila que vivió unos años en la penal de las islas Marías, nos ayudó a entender el contraste entre ambos modelos.

Acompañamos a Carlos a reconocer las celdas oscuras y pequeñas del complejo penitenciario, con malas condiciones para dos personas y donde eran metidas hasta ocho. A las condiciones infrahumanas se sumaba la falta de esparcimiento, educación, los pocos alimentos y la escasez de agua. Los internos vivían en un clima de agresividad y violencia hasta que detonaron un motín en 2013, cuando murieron al menos cinco compañeros de Carlos y un custodio. El conflicto trajo el eventual cierre del complejo penitenciario, que solo operó entre 2010 y 2015, con pésimos resultados en el respeto a los derechos humanos y las reducidas posibilidades de rehabilitación y reinserción social. Condiciones que se repiten en prácticamente cualquier cárcel mexicana.

En cambio, en la colonia penal que funcionó en las islas Marías el trabajo estaba al centro, no el castigo. También la convivencia familiar, educación, cultura, deporte y libertad.

Los internos podían llevar a sus familias a vivir en casas dignas, donde creaban lazos de amistad y cariño con el resto de internos y con trabajadores de la misma colonia. Tenían un trabajo remunerado, capacitación en oficios, entrenamiento deportivo, y formación cultural y educativa, como el aprendizaje del francés y los talleres de teatro donde Carlos participó, una vez que pasó del modelo centrado en el castigo a la colonia penal basada en el trabajo y la convivencia.

Al igual que Carlos, durante estos días conocimos personas que tuvieron la oportunidad de encontrar la libertad en una colonial penal hoy extinta.

Mientras gana terreno el discurso punitivista, con sectores de la sociedad que piden el castigo, la venganza y el maltrato contra quienes cometieron un delito, creemos que es importante conocer las historias de gente real que experimentó un cambio tras vivir en espacios dignos para la convivencia y la unión familiar, con educación, cultura, trabajo y libertad. No es gastar en premiar conductas antisociales. Es invertir en acabar con la impunidad a través de la libertad, la paz y la reconciliación que tanto necesitamos en tiempos de violencia e inseguridad.

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