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La expulsión de los Jesuitas

Se cumplen 250 años de la expulsión de los jesuitas de nuestro país, y los aportes de los jesuitas a la construcción de la nación mexicana son trascendentes. Los jesuitas en México tuvieron una triple presencia: misionera, educativa y espiritual, y ésa fue la marca de sus actividades en las diversas zonas que estuvieron.

Los jesuitas eran hombres del Renacimiento que contribuyeron a la construcción de nuestro territorio nacional; era la única orden con una conciencia de la realidad geopolítica del mundo que no hemos vuelto a tener en nuestro país. Sabían cuáles eran las potencias del planeta, qué intereses políticos tenían y qué movimientos estaban haciendo.

En el terreno de la investigación científica y de la tecnología tuvieron muchos aportes; tanto los misioneros como los profesores eran pioneros en trabajos de matemáticas, astronomía, cartografía, etnografía, lingüística y botánica. Todos los misioneros enviaban informes continuos de los conocimientos que tenían sobre la realidad de los lugares donde estaban.

Es estremecedor el relato de su expulsión. El doctor Alfonso Alfaro narra que en la madrugada del 25 de junio de 1767, a las ciudades donde había miembros de la Compañía de Jesús llegaron pliegos enviados desde España con la orden de que no se abrieran hasta la madrugada de ese día en presencia de soldados y autoridades locales.

En ellos venía una carta del rey de España en la que decía que se reuniera a los jesuitas y se les leyera la carta donde se daba la orden de abandonar inmediatamente sus territorios y dirigirse caminando hacia el puerto de Veracruz. El rey de España le hizo a la Compañía de Jesús un inmenso regalo, sin quererlo, porque no los acusó de nada. El rey no se atrevió. En el edicto decía: “Estimulado de gravísimas causas y por otras razones urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real ánimo”. Sin ninguna acusación los jesuitas fueron expulsados de todas las casas.

Esta declaración fue acompañada por otra del virrey de la Nueva España que decía: “Pues de una vez para que en lo venidero deben saber los súbditos del rey de España que nacieron para obedecer y no para discurrir ni opinar sobre los asuntos de gobierno”.

Con la expulsión de los jesuitas destruyeron lo que habían construido por siglos: el sistema educativo fue deshecho, las bibliotecas fueron saqueadas, las granjas de producción desaparecieron, las misiones y los indígenas fueron abandonados.

El doctor Alfaro enfatiza que los expulsados fueron capaces de convertir todo su dolor en energía creativa en beneficio de las personas más débiles y terminaron dando al país mucho de lo poco que tenían. “Éste es el tipo de héroes que necesitamos ahora; héroes que nos ayuden a integrar la fe y la ciencia”.

Los jesuitas fueron promotores de la devoción a la Virgen de Guadalupe como una imagen en torno a la cual pudieron ir uniéndose las diversas poblaciones. Con los jesuitas aprendí que los católicos somos mexicanos y ciudadanos de pleno derecho. El cumplimiento de nuestra responsabilidad como ciudadanos y como creyentes ante la crisis nacional que vivimos, depende de una clara identidad y de la superación de ciertos conflictos.

El problema que tenemos es un catolicismo vergonzante, que da por ocultar la fe en lo público, reservándola a lo privado, o por darle de patadas a la iglesia como forma de vida para justificar fama pública. El resultado es un católico timorato, un ciudadano sin compromiso o un esquizofrénico espiritual. La fe es una decisión personal, pero jamás es un asunto privado. El camino de trabajar por ser un buen cristiano y un ciudadano comprometido con la sociedad es herencia del ITESO a sus egresados, la universidad jesuita de Guadalajara.

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JJ/I